Wednesday, June 04, 2008

Clientelismo, desidia, asados y empanadas

* Por Facundo Pereyra.-
Lo que los directivos de la APT llaman genéricamente "compañeros del sur", son, en algunos casos, trabajadores de cualquier punto de la provincia que llevan alrededor de siete años afiliados a un gremio que hasta el momento no hizo nada para regularizar su situación, sino todo lo contrario. Tampoco propuso cambiar el Estatuto para darles cabida legalmente a quienes cumplen con algunas de las condiciones para formar parte del sindicato. No son dos cuestiones menores, si se tiene en cuenta cómo se dio la incorporación de estos trabajadores.
Hoy integramos un sindicato de padrón secreto (lo venimos pidiendo desde enero), que según dicen algunos tiene el doble de nombres que hace cuatro o cinco años. Pero la situación de precariedad sigue agravándose, y alcanza con ver lo que está pasando en El Siglo, por ejemplo. Ese diario no está en el sur, sino en pleno centro, y es allí donde trabaja la mayor parte de quienes conducen el gremio (aunque llevan años de licencia gremial). No es normal que en dos meses renuncien nueve compañeros y que los directivos del gremio reaccionen sólo cuando se producen dos despidos. A menos que esta reacción se deba a que la supuesta causal de los despidos haya sido una discusión con un empleado de esa empresa que también cobra un sueldo del sindicato.
Tampoco se sabe si hubo inspecciones e alguna empresa de la provincia, y si se hicieron, cuáles fueron los resultados. Es llamativo que la política del Gobierno provincial contra el trabajo en negro no haya recalado en las empresas periodísticas. Da mucho para pensar (mal) sobre lo que ocurre. Pero es más fácil mentir y adjudicarse el único logro de los trabajadores en bastante tiempo, como el aumento del 24 % en La Gaceta, conseguido por la lucha de la Asamblea y las gestiones de los delegados y algunos directivos de la APT. Pero, ¿en las demás empresas no hay necesidad de incrementos salariales?
Hagamos memoria. En el año 2000, Daniel Salvador, entonces secretario gremial de la APT,inició un relevamiento de trabajadores en negro en el sur y en la capital de la provincia, con el objetivo de armar un padrón paralelo y empezar a trabajar con ellos para conseguir su regularización laboral. No hubo forma de hacerlo, no hubo acompañamiento del resto de la Comisión Directiva. Tres años después era yo quuien ocupaba ese cargo, y más de una vez quedé en soledad ante pseudo empresarios que se negaron a blanquear a los compañeros. Fue una tarea que no contó con el apoyo de la mesa directiva.
Bregamos por la inclusión, y no sólo en términos legales. Los compañeros que trabajan en negro deben ser registraos por las epresas, y en eso son igualmente responsables el gremio y la Secretaría de Trabajo. Pero algo raro ocurre, porque el organismo de control releva frigoríficos, casas de comercio y de familia, pero no medios periodísticos.
Lo mismo ocurrió con el proyecto de reforma del Estatuto interno de la APT, discutido y consensuado con Oscar Gijena.
Fueron dos de los motivos para que entre 2004 y 2005 renunciamos Fabio Ladetto, entonces secretario de Organización (los textos de las renuncias están en nuestro blog)y yo.
En ese momento no estaban claras la razones por las que no se apoyaban estas iniciativas. Pero cuando se intensificó la política del asado y la empanada, y las asambleas empezaron a actuar en automático según el mandato de Gijena, todo empezó a quedar expuesto.
Por qué luchar con personas que en caso de ser blanqueadas dejarían de ser rehenes de la dádiva de los subsidios, los préstamos y la magra asistencia de salud que les otorga el Plan de Asistencia Solidaria (PAS).
Y acá entramos en otra cuestión que a la larga se conecta directamente. El PAS fue creado como un paliativo ante las crisis personales de muchos compañeros, pero siempre se planteó como un programa de tránsito hasta lograr la regularización de los trabajadores que viven la mismo tiempo la crisis colectiva de la precariedad laboral. Terminó enquistado en nuestra institución, como una soga atada al cuello de cada compañero.
En la política grande, a esto tien un solo nombre: clientelismo.
La realidad es incontrastable. Sólo hay que saber mirarla y descubrirla, y ese es justamente el trabajo de los periodistas.

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