Sunday, August 13, 2006

EL DISENSO COMO BASE DE LA CONSTRUCCIÓN DEL CONSENSO

Este el documento que aportó Facundo Pereyra para el debate en el IV Congreso de Trabajadores de Prensa de Tucumán.


El disenso es un derecho que, por muchas razones y por mucho tiempo, los argentinos dejamos de ejercer. La dinámica propia del debate quedó excluída de muchos espacios por los garrotes de la dictadura, primero, y por el intento de imposición de un discurso único que se instaló después. Para quienes intentan recuperar esos lugares y esas prácticas no resulta fácil hacerlo cuando los canales naturales se llenan de obstáculos que muchas veces surgen desde donde deberían aparecer las guías para salir del pozo.
Los trabajadores de prensa, desde distintos lugares y en diferentes momentos, hemos planteado la necesidad de discutir al respecto y de profundizar en el derecho de los pueblos a estar informados.
Instalar esa pelea, al menos hasta ahora, resultó a medias. Es por ello que representantes de multimedios, de fundaciones y de ONG tomaron ese espacio vacío, y reparten algunas migajas a quienes padecen la falta de posibilidades de disentir.
Tal es el caso de la APT, nuestro gremio, que quedó relegada en el debate. La consecutiva falta de acciones concretas y eficaces en defensa de la libertad de expresión es, posiblemente, una de las razones por las que nuestra institución perdió el protagonismo. Se trata de un portagonismo natural que tuvo y debería mantener, por su condición de institución gremial específica
Hoy, nos amparamos en el derecho a disentir para pedir un debate horizontal y transparente, de igual a igual, y con las mismas posibilidades de disentir que estos personajes pregonan ahora.
La APT debe recuperar el protagonismo perdido. Deben lazarse campañas públicas de difusión de la problemática de la censura, el control de los medios a través de la publicidad oficial, la precariedad laboral -consentida por los estamentos del Estado que deben combatirla-, la falta de respeto de las empresas a la ley y a los trabajadores y los problemas que enfrenta la sociedad en general.
Son debates que no pueden plantearse desde un solo lugar y con un único discurso. Hay muchas organziaciones preocupadas por estos mismos problemas, y muchas las voces que pueden alzarse en busca del consenso necesario para torcer esta realidad. Sólo hay que buscar la articulación que permita avanzar para recuperar el rol perdido por nuestro gremio, y la dignidad de los trabajadores de prensa en general.
Para todo ello es necesario, primero, abrir el juego puertas adentro, aceptar y tolerar el disenso y buscar salidas conjuntas.
Disentir significa pensar diferente y decirlo, plantearlo y discutirlo. Es la base sobre que la debe asentarse una organización político-gremial plural y democrática; es la única manera de llegar a conclusiones que sirvan para dejar de retroceder y empezar a avanzar hacia el bienestar común, y para lograr “una comunicación al servicio del cambio social”, como se tituló el III Congreso de la APT.
Es por eso que reivindicamos las diferencias y propones avanzar a partir de ellas y de los acuerdos que puedan entablarce, tanto hacia adentro como hacia afuera del gremio al que pertenecemos.

CUANDO EL DISENSO ES CONSENSO QUE NO SE APLICA
El III Congreso de Trabajadores de Prensa, realizado en 2004, resolvió una serie de cuestiones que compartimos desde varios puntos de vista. Pero quedaron en el papel, pasaron dos años y parecen haber terminado en el cajón del olvido.
A saber:
- “Realizar actividades de capacitación gremial para la formación de nuevos dirigentes”. (Se hizo solo un curso, en horario laboral, en julio pasado).
- “Promover la reforma del Estatuto de la APT para la creación de las delegaciones del interior de la provincia y la realización de congresos vinculantes”. A esta propuesta habría que agregarle la posibilidad de participación de las minorías en la conducción; el establecimiento de pautas claras sobre afiliación, pertenencia y participación en la actividad gremial -sin restringir ni aislar o segregar, pero sí generando ciertas obligaciones para el cumplimiento de los derechos respectivos-; etc.)
- “Realizar un documento semanal que refleje las conclusiones de las reuniones de la Comisión Directiva de la APT”. (Se hizo una sola vez en dos años).
- “Concretar una reunión mensual de los delegados de toda la provincia”. (No se concretó, a pesar del pedido formal de delegados de La Gaceta y de la CTP, violando así el Estatuto de la APT).
- “Reclamar que ningún trabajador de prensa cobre por debajo de la línea de pobreza establecida por el propio INDEC. (...) Para alcanzar este objetivo, se deberán realizar campañas públicas a escala nacional, con la exposición de la situación”. (Sin acciones concretas).
- “Intimar al Poder Judicial de Tucumán la profundización y resolución de las causas iniciadas por agresiones a periodistas”. (Sin acciones concretas).
- “Exigir a la Universidad Nacional de Tucumán, a Radio Nacional y a las oficinas públicas y privadas vinculadas con la profesión el reconocimiento de los trabajadores de prensa dentro del régimen legal específico”. (Se logró en Radio Nacional, en 2004, en el marco de gestiones a escala nacional con la Fetracom antre el Ministerio de Trabajo de la Nación).
- “Impulsar el debate de una ley antimonopolio en el ámbito de los medios de comunicación para democratizar la información y evitar la manipulación informativa”. (Sin acciones concretas).
- “Cuestionar los métodos autoritarios de los Gobiernos para silenciar las voces críticas al discurso oficial. En particular, cuestionar las presiones de José Alperovich para que se reemplace a ciertos periodistas de las coberturas; el manejo de la torta publicitaria como eje de la política de premios y castigos (...)”.(Acciones sin respuesta).
- “Instar al Estado y a las empresas particulares a cumplir con los aportes a las obras sociales en tiempo y forma, para garantizar la cobertura solidaria de la salud”. (Sin acciones concretas).
# Estas son sólo algunas de las conclusiones a las que llegó aquel congreso, y aunque hay algunas que sí se cumplieron, la regla general parace ser la del olvido. Por ello, recomendamos la relectura de esas resoluciones, que aunque no tienen carácter de resolutivas, deben servir como guía de la acción política de la APT.
Es por ello, que le solicitamos a este congreso la ratificación de los ítems mencionados, y un pedido formal a las autoridades de la APT para que cumplan con lo que las bases le solicitaron hace dos años, y hoy vuelven a reclamarlo.

ALGUNAS HERRAMIENTAS PARA EL CAMBIO
- Rechazamos la continuidad del Programa de Asistencia Solidaria (PAS), que solo tiende a paliar una situación de la que los trabajadores precarizados y la obra social no son responsables. Este plan debe mantenerse sólo hasta que esta situación se revierta, pero para ello debe haber una acción gremial directa y contundente que termine con el trabajo en negro en los medios de prensa de la provincia. Debe ser la APT la que encare esta lucha, sin cuartel ni posibles cabildeos.
Esta es una responsabilidad de nuestro gremio que no puede seguir siendo soslayada. Desde la explosión del trabajo en negro en la provincia no se logró la incorporación de ningún compañero a la planta estable de una empresa, con excepción de algunos casos aislados en los que las empresas tomaron esa decisión por razones ajenas a la lucha gremial (LV 12, El Periódico, que tienen que ver más con su posicionamiento frente o junto al gobierno que con un deseo de cumplir con la ley o una imposición gremial).
De continuar con el PAS, la APT solo estaría facilitándole las cosas a esos inescrupulosos empresarios, y negándole a los trabajadores la llegada a la legalidad y al bienestar.
- Debe dársele continuidad a los planteos legales y administrativos sobre el chocque claro e irreconciliable entre la Ley de Pasantías y nuestro Estatuto del Periodista Profesional (Ley 12.908).
- Creemos que es necesario imponer a nivel social el debate sobre la necesidad de la sanción de una ley provincial de Acceso a la Información Pública, tal como se hizo hace tres años, cuando se leaboró un proyecto que llegó a ser analizado en Comision por la Legislatura, pero que ya quedó olvidado por los parlamentarios, y aparentemente también por muchos dirigentes. Este debe ser, además, un debate planteado puertas afuera de la APT, para que la sociedad se comprometa abiertamente con una ley que la beneficiará en su conjunto.
- Las herramientas propias de comunicación (primerafuente y Bajando Teclas) no pueden ser órganos del oficialismo del gremio, sin lugar para quienes piensan distinto (la Corriente solicitó formalmente que se incorpore el link del blog en la página gremial, pero no hubo respuestas). Tampoco pueden ser la tribuna de algunos sectores políticos, más allá de que pueda haber coincidencias con esos grupos.
Tal como lo establecía el proyecto original de primerafuente, el portal debe ser conducido por un grupo de compañeros dirigentes de la APT, para garantizar la pluralidad y la transparencia de lo que se informa.
- La comunicación sobre las deciciones a tomar por las autoridades del gremio y de la obra social deben ser públicas, para darle a los afiliados la oportunidad de participar. Es el caso de las inversiones financieras que se realizan, para las cuales ni siquiera se consultó a los directivos de gremio, profundizando así la división entre el gremio de los trabajadores de prensa y la “empresa” obra social.
- Muchas de estas propuestas podrían tener el acompañamiento fuerte y decidido de las bases, que se expresan a través de sus delegados y comisiones internas en cada empresa. Por ello es crucial que la APT convoque al Cuerpo de Delegados y que este órgano actúe dentro de los parámetros establecidos por el Estatuto en todas las tareas y luchas que sean necesarias.

NUEVOS ESPACIOS PARA LA CONSTRUCCION
La no aplicación de estas resoluciones obligó a muchos compañeros a alejarse del gremio o a buscar nuevos rumbos, y es así que trabajadores de distintos medios y de diferentes orígenes, iniciamos la construcción de un nuevo espacio democrático de discusión y un puesto de lucha en contra de las injusticias que padecemos los trabajadores de prensa en general: la Corriente de Trabajadores de Prensa.
La CTP se creó como una necesidad de un grupo, que fue ampliándose y continúa creciendo, ante la falta de espacios y condiciones para el debate. Está claro que como agrupación interna de la APT, el objetivo final es el de la recuperación del gremio para los trabajadores. Esto no implica, de ninguna manera, crear un sindicato paralelo, ni arrogarse atribuciones y obligaciones de la Comisión Directiva, como tampoco la concresión de una especie de golpe de estado, tal como muchos se encargan de decir para intentar restarle fuerza al disenso que hoy planteamos frontal y abiertamente.
Como afiliados y militantes, consideramos que el ciclo político de la actual conducción está terminado. Es importante destacar los logros financieros y de posicionamiento social alcanzados en los últimos años, pero estamos convencidos de que la consuetudinaria incapacidad para resolver problemas estructurales de nuestro sector (precariedad, bajos salarios, censura, abusos de poder, etc.) hace de esta una conducción sindical imposibilitada para avanzar en los rubros adeudados. Lo más grave, es que esa deuda es con los más desprotegidos de nuestro ramo.
Por eso, estimamos conveniente que se produzca una renovación dirigencial que atienda a estas y otras necesidades de nuestro gremio. Nos plantamos hoy como una de las posibles alternativas, y por eso estamos trabajando desde hace más de un año en la formación de un espacio amplio y plural en el que los objetivos a corto y mediano plazo surgen del cosenso y no de la imposición unipersonal de una casta dirigente.
Quienes hoy participamos en este congreso tenemos la responsabilidad de impedir que el debate y las conclusiones a que se arriben queden en vía muerta, como ocurrió con el anterior encuentro. Es un espacio de debate que debe ser aprovechado por todos los afiliados de la APT para que nuestro sindicato adquiera de una vez por todas el carácter democrático, plural y abierto que se requiere para dirigir los cambios que terminen con las penurias de los trabajadores.
Quienes promocionan la supuesta intencionalidad destructiva o sectaria del grupo que integramos saben que no son esas las razones por las que se formó la Corriente, y que tampoco son los objetivos que nos mueven. Dicen eso para asustar, porque no tienen mucho más que decir.
Muestra de ello es que en la línea política de nuestra agrupación no figuran las agresiones ni las acusaciones infundadas, cosa que varios de los dirigentes que integran la agrupación Participación y Solidaridad (oficialista) agredieron verbalmente a compañeros de la Corriente con insultos y acusaciones sin ningún fundamento más que la intención de descalificar. A esos ataques respondimos con propuestas, nunca con la misma moneda.
Somos parte de esta construcción, somos parte de la APT, y también debemos responsabilizarnos por los errores o desvíos que notamos y remarcamos.
Somos parte, sobre todo, porque tenemos conciencia sobre la necesidad de la organización y la unidad para afrontar ls problemas de los trabajadores de prensa, y a los causantes de esta situación: las políticas económicas y laborales y a las patronales que tienen como única prioridad la acumulación de capitales descuidando y castigando a nuestros compañeros.

Facundo Pereyra
Afiliado de la APT Nº 906
Delegado de la Redacción de La Gaceta
Integrante de la Corriente de Trabajadores de Prensa

APUNTES GREMIALES

Este es el documento que Alejandro Jade Díaz aportó para la discusión en el IV Congreso de Trabajadores de Prensa de Tucumán.

La construcción político gremial y el problema de la conciencia gris
Tucumán, 11 de agosto de 2006

La gesta popular del 20 y 21 de diciembre de 2001 marcó un punto de inflexión en la vida política de los argentinos. Un hecho que evidenció el fracaso del modelo neoliberal responsable de la entrega de los principales recursos económicos y estratégicos del país, la concentración perversa de la riqueza en pocas manos y la expulsión de millones de argentinos a la desocupación, la pobreza y la indigencia. A pesar del nuevo rumbo que intenta marcar el actual Gobierno Nacional para dejar atrás los siniestros efectos de la década del ’90, la crisis no logra superar su calidad estructural y todavía sobreviven en gran medida, las secuelas de la corrupción, los lobbys de las multinacionales, la acción de grupos mafiosos asociados al poder de turno, una extensa brecha en la distribución de la riqueza con picos muy altos de desigualdad social, y la desintegración de los lazos de solidaridad del campo popular socavados por la nefasta política del clientelismo político.
La llegada del presidente Kirchner al Gobierno nacional, enfrentando nada más y nada menos que al pasado de entrega y sometimiento que asoló al país, despertó la expectativa de un cambio de carácter progresista, nacional y popular planteando de cara a la sociedad un nuevo pacto social para acometer una salida a la crisis. Sin embargo, también significó que la consigna de los días de diciembre de 2001, “Que se vayan todos”, mutara a un “que se queden todos”, un reciclaje del partido del sistema que supo acomodarse con astucia frente a la incapacidad del campo popular por articular una propuesta política y unitaria con vocación de poder, capaz de trastocar las podridas estructuras económicas y sociales del país.
Hoy la Argentina kirchnerista se debate entre la denuncia de los delitos de lesa humanidad protagonizados por los militares represores de la pasada dictadura militar, la regulación y el control de la actividad agroexportadora, los guiños a las privatizadas y a otros fuertes jugadores del empresariado local. Además, realiza denodados esfuerzos por imponer puntillosamente el discurso oficial, trabando acuerdos económicos con las principales empresas periodísticas del país en detrimento de las voces disonantes o independientes que cuestionan la acción de gobierno con espíritu crítico desde la labor periodística.
Un ejemplo de ello es la resistencia del gobierno nacional por avanzar en una ley de Libre Acceso a la Información Pública que todavía duerme en los escritorios del Congreso de la Nación y la derogación definitiva del Decreto Ley de Radiodifusión heredado de la dictadura militar, para avanzar en una nueva norma que contemple la democracia informativa, la pluralidad de voces y que garantice el derecho a la información como un bien social.
Estos rasgos de pretendido control absoluto de la opinión pública a través de la acción de los medios también al parecer, son emulados por sus aliados en los estados provinciales.
Los poderes comarcanos como el de Tucumán, repiten a escala menor, la política de imposición del discurso único. Y para ello, el gobierno local apeló a un inédito ensayo de diversificación de medios de comunicación con control gubernamental para sostener su gestión. Control que se ejerce desde la arbitraria distribución de la pauta publicitaria oficial que disciplina opiniones y criterios. Pero para que éste modelo tenga sus frutos, hubo que cultivar sobre un campo fértil. Así como cosecha adhesiones electorales a través del clientelismo político, en materia de control de medios, la política oficial aprovechó la crítica situación de muchos compañeros trabajadores de prensa para armar su esquema de medios seudo oficiales. Pero además, cuenta con los siempre dispuestos fenicios del periodismo vernáculo que pasean por los pasillos de la Casa de Gobierno esperando degustar aunque sea un sorbo de la copa de la abundancia oficial.
Estos mercaderes de la información son los que mejor servicio han prestado y le siguen prestando al pretendido absolutismo de gobierno. Fueron los trilladores del mercado laboral imponiendo el trabajo en negro, los bajos salarios, la continua precarización, el fraude laboral y la autocensura, desdibujando la tarea periodística con la complicidad del dinero oficial, que nunca llega a los bolsillos de los trabajadores de prensa, creando empresarios ricos y periodistas pobres.
Pero además, a las injustas condiciones de trabajo, se suman los ataques a la libre agremiación de nuestros compañeros mediante amenazas de despido ejerciendo una forma de violencia sicológica para desalentar cualquier tipo de reclamo laboral o de derecho profesional. Esta negación de los derechos laborales y los intentos de domesticación de conciencias son frutos, como ya hemos señalado, de un campo fértil plagado de aves rapaces.
Sin embargo, no todos los trabajadores de prensa son simples víctimas fáciles de estos depredadores de los medios. Hay voces que se levantan y con dignidad impulsan la lucha por sus derechos consagrados en la ley que protege la labor periodística (Estatuto del Periodista Profesional Ley 12.908). Sin lugar a dudas no es una tarea sencilla desandar el camino del individualismo, la perversa seducción del poder y la falta de conciencia gremial, política y social de muchos de nuestros compañeros.
Es por ello que se hace necesario redefinir al trabajador de prensa en su contexto profesional, laboral y desde un análisis de clase inserto en su comunidad.
Si los primeros años del nuevo siglo nos propusieron el desafío de dar respuesta a la creciente precarización laboral y el desempleo, hoy resulta indispensable hacer un esfuerzo por entender (1) cuáles fueron los cambios operados en el tipo de composición social de nuestro gremio, (2) en qué medida la aparición de nuevos medios de comunicación afecta el mapa de afiliados, (3) identificar quiénes son y qué intereses defienden cada uno de esos medios, (4) y analizar cuáles son las demandas inmediatas que deberá atender la APT. Estos cuatro requerimientos preliminares intentan abrir un debate que seguramente estará enriquecido por el aporte de todos nuestros compañeros, y a los que modestamente acerco mis ideas.
Un reciente relevamiento realizado por la APT, da cuenta de que el 60 por ciento de los trabajadores de prensa de la provincia están en negro. Es decir, no existen como trabajadores en relación de dependencia, no poseen un ingreso mensual fijo, ni protección social ni previsional. Sus niveles de ingresos no superan los 500 pesos mensual promedio y por mes y muchos de ellos están atados un sistema de cuentapropismo para sostener a sus familias.
En tanto para aquellos trabajadores en relación de dependencia sus niveles de ingreso apenas llegan a cubrir en promedio, los gastos de la canasta básica alimentaria calculada en $850 aproximadamente. Por otra parte, muchos de ellos sufren la indolencia de sus patrones que incumplen con el pago de sus aportes previsionales y sociales, además de la ley que regula nuestra actividad.
Precarizados y trabajadores “formales”, podemos afirmar entonces, integran la ancha franja de pobres de nuestro país y en algunos casos, sus ingresos los ubican por debajo de la línea de la indigencia.
Desde el punto de vista de su formación cultural y académica el universo de los trabajadores de prensa de nuestra provincia es diverso y desparejo. Mientras en los medios gráficos (sobre todo en personal de redacción), encontramos compañeros con formación universitaria, en las radios de la capital la calificación académica es media, de deficiente formación profesional y de escasa preocupación por la cultura general, circunstancia que en el resto de las radios FM de las ciudades del interior también se evidencia.
Éstas son consideraciones surgidas de la simple observación y del trabajo común y, aunque no reviste carácter de estadística precisa y definitiva, nos permite acercarnos a los intereses intelectuales de los trabajadores de prensa.
Históricamente, los trabajadores de los medios de comunicación, dentro del seno de la sociedad capitalista, fueron considerados una parte de la denominada “intelectualidad progresista”. Fueron y son parte de sus intereses, además de la defensa del derecho a informar y la libre expresión, la preocupación por los derechos humanos, el mejoramiento de las condiciones sociales de nuestra población en general, la difusión de las manifestaciones culturales populares y la puesta en práctica de los valores democráticos ejercida desde la participación efectiva en distintas organizaciones sindicales y sociales.
Sin embargo, también fuimos víctimas del bombardeo del discurso hegemónico, la despolitización de la sociedad y del individualismo acérrimo como forma de dominación ideológica del pensamiento neoliberal.
¿Todos fueron concientes de estos ataques directos a la formación de la conciencia de clase de los trabajadores de prensa?
Indudablemente muchos supieron responder y responden a esas embestidas ideológicas. Aquellos que estimularon la formación político-ideológica en medio de un debate crítico y autocrítico lograron armar su propia autodefensa para contrarrestar los efectos devastadores del discurso hegemónico que se colaba por todos los rincones de la sociedad.
Ahora bien, en la reconstrucción de las organizaciones de los trabajadores todavía sobreviven fuertes marcas de las prácticas neoliberales. La despolitización, la concentración del poder personal en las organizaciones, la conformación de un espacio clientelar como forma privilegida de su acción política, y la falta de un cuerpo de ideas sólido construido desde la participación efectiva, la solidaridad y los anhelos de cambios estructurales en nuestra sociedad dan muestra de cómo el sistema ha cooptado para sí a algunos de nuestros compañeros.
Pero por fuera de nuestras organizaciones sindicales es donde más opera sobre nuestras conciencias el discurso único.
El papel de interpeladores y de nexo entre la sociedad y los grupos de poder públicos y privados que les tocó en suerte jugar a los periodistas, ante el degradamiento de la credibilidad de los antiguos representantes naturales y políticos de la sociedad, los convirtió en presas a conquistar por el sistema representado en las grandes corporaciones y los medios concentrados de comunicación. El nivel de penetración de los medios de comunicación en la vida cotidiana de nuestro pueblo fue creando el mito de que la única verdad es la que se escucha, se ve o se lee en los medios de comunicación y que, aquellos periodistas bendecidos por los grandes medios de comunicación son los portadores de la verdad revelada y los ejemplos a seguir. Y desde su lugar de privilegio impulsan en algunos casos, modelos de conducta, ética y formación periodística como si los trabajadores de prensa estuvieran en un escalón distinto al resto de la sociedad y no sufrieran los mismos padecimientos que ésta.
Así, y rescatando las buenas intenciones que pueden tener sus campañas en defensa de la Libertad de Expresión, no podemos dejar de advertir que algunos de estas “estrellas” de los medios concentrados de comunicación son la punta del iceberg del discurso liberal que intenta por todos los formas disociar el mundo profesional con el mundo del trabajo de los periodistas.
Por su parte, la nueva generación de periodistas, contagiados por las luminarias de la hiperliberalización de la economía en los noventa, consumieron el discurso único con su individualismo acérrimo y hasta cultivaron la concepción del periodismo como una profesión “liberal”. Con esa premisa fueron ingresando al mercado laboral y hoy desarrollan su tarea en radios, canales de televisión, y en los medios gráficos locales.
Despojados del compromiso gremial y de la solidaridad de clase irrumpieron con el deseo y el legítimo derecho de convertirse en las nuevas caras, voces y plumas de los medios tucumanos. Las puertas abiertas no fueron otras que las de la precarización encubierta en pasantías, colaboraciones temporarias o bien, trabajo en negro, con el consabido discurso del “hay que pagar el derecho de piso”.
También el poder político apadrina y cuando no compra opiniones y voluntades de numerosos colegas. Acaso un triste ejemplo de ello sea, “el grupo de los 500”, título con el que se identificaba a los hombres de prensa que colaboraban con la pasada dictadura militar a cambio de 500 dólares mensuales. La verdadera autocrítica del periodismo argentino todavía sigue pendiente y las prácticas de libres asociaciones de periodista con el poder de turno siguen vigente. Basta observar a nuestro alrededor para saber cómo funciona este sistema de seudo lealtades que sin ruborizarse actúa a cara descubierta disfrazados de asesores de políticos que hasta pretenden ser dirigentes gremiales.
Con estos ejemplos, es muy difícil establecer un modelo de conducta gremial y mucho menos sentar las bases de un debate que se proponga marcar líneas sobre una ética profesional.
Estos son algunas de las acciones que minan el camino a la reconstrucción de la conciencia gremial que nos permita asumirnos como trabajadores y que logre contactar con otros sectores de la comunidad que también reclaman urgentes cambios para salir de la postergación social.
Sin embargo, el proceso no es irreversible. Habrá que apelar entonces, al coherente cumplimiento de los compromisos asumidos primero y ante todo, con nuestro deber como organización defensora de los derechos de los trabajadores de prensa de nuestra provincia y en segundo lugar, con las obligaciones que demandan sostener un discurso de transformación social.
El lema comunicación para el cambio social del III Congreso de Trabajadores de Prensa, encierra un desafío profundo. El cambio social solo será posible si somos capaces de poner nuestra organización al servicio cambio de la estructura política y económica que gobierna nuestro país. Y para ello es necesario un cambio de mentalidad; un salto cualitativo en las conciencias de nuestros afiliados pero sobre todo de nuestros dirigentes actuales y futuros para recuperar las utopías y vencer a la ideología de mercado al que parecen responder algunos de los actuales dirigentes de la APT.

Alejandro Díaz
Afiliado 1545
periodista
El periódico de Tucumán
fundador y ex editor del portal de noticias
www.primerafuente.com.ar
Integrante de la Corriente de Trabajadores de Prensa