Este es el documento que Alejandro Jade Díaz aportó para la discusión en el IV Congreso de Trabajadores de Prensa de Tucumán.
La construcción político gremial y el problema de la conciencia gris
Tucumán, 11 de agosto de 2006
La gesta popular del 20 y 21 de diciembre de 2001 marcó un punto de inflexión en la vida política de los argentinos. Un hecho que evidenció el fracaso del modelo neoliberal responsable de la entrega de los principales recursos económicos y estratégicos del país, la concentración perversa de la riqueza en pocas manos y la expulsión de millones de argentinos a la desocupación, la pobreza y la indigencia. A pesar del nuevo rumbo que intenta marcar el actual Gobierno Nacional para dejar atrás los siniestros efectos de la década del ’90, la crisis no logra superar su calidad estructural y todavía sobreviven en gran medida, las secuelas de la corrupción, los lobbys de las multinacionales, la acción de grupos mafiosos asociados al poder de turno, una extensa brecha en la distribución de la riqueza con picos muy altos de desigualdad social, y la desintegración de los lazos de solidaridad del campo popular socavados por la nefasta política del clientelismo político.
La llegada del presidente Kirchner al Gobierno nacional, enfrentando nada más y nada menos que al pasado de entrega y sometimiento que asoló al país, despertó la expectativa de un cambio de carácter progresista, nacional y popular planteando de cara a la sociedad un nuevo pacto social para acometer una salida a la crisis. Sin embargo, también significó que la consigna de los días de diciembre de 2001, “Que se vayan todos”, mutara a un “que se queden todos”, un reciclaje del partido del sistema que supo acomodarse con astucia frente a la incapacidad del campo popular por articular una propuesta política y unitaria con vocación de poder, capaz de trastocar las podridas estructuras económicas y sociales del país.
Hoy la Argentina kirchnerista se debate entre la denuncia de los delitos de lesa humanidad protagonizados por los militares represores de la pasada dictadura militar, la regulación y el control de la actividad agroexportadora, los guiños a las privatizadas y a otros fuertes jugadores del empresariado local. Además, realiza denodados esfuerzos por imponer puntillosamente el discurso oficial, trabando acuerdos económicos con las principales empresas periodísticas del país en detrimento de las voces disonantes o independientes que cuestionan la acción de gobierno con espíritu crítico desde la labor periodística.
Un ejemplo de ello es la resistencia del gobierno nacional por avanzar en una ley de Libre Acceso a la Información Pública que todavía duerme en los escritorios del Congreso de la Nación y la derogación definitiva del Decreto Ley de Radiodifusión heredado de la dictadura militar, para avanzar en una nueva norma que contemple la democracia informativa, la pluralidad de voces y que garantice el derecho a la información como un bien social.
Estos rasgos de pretendido control absoluto de la opinión pública a través de la acción de los medios también al parecer, son emulados por sus aliados en los estados provinciales.
Los poderes comarcanos como el de Tucumán, repiten a escala menor, la política de imposición del discurso único. Y para ello, el gobierno local apeló a un inédito ensayo de diversificación de medios de comunicación con control gubernamental para sostener su gestión. Control que se ejerce desde la arbitraria distribución de la pauta publicitaria oficial que disciplina opiniones y criterios. Pero para que éste modelo tenga sus frutos, hubo que cultivar sobre un campo fértil. Así como cosecha adhesiones electorales a través del clientelismo político, en materia de control de medios, la política oficial aprovechó la crítica situación de muchos compañeros trabajadores de prensa para armar su esquema de medios seudo oficiales. Pero además, cuenta con los siempre dispuestos fenicios del periodismo vernáculo que pasean por los pasillos de la Casa de Gobierno esperando degustar aunque sea un sorbo de la copa de la abundancia oficial.
Estos mercaderes de la información son los que mejor servicio han prestado y le siguen prestando al pretendido absolutismo de gobierno. Fueron los trilladores del mercado laboral imponiendo el trabajo en negro, los bajos salarios, la continua precarización, el fraude laboral y la autocensura, desdibujando la tarea periodística con la complicidad del dinero oficial, que nunca llega a los bolsillos de los trabajadores de prensa, creando empresarios ricos y periodistas pobres.
Pero además, a las injustas condiciones de trabajo, se suman los ataques a la libre agremiación de nuestros compañeros mediante amenazas de despido ejerciendo una forma de violencia sicológica para desalentar cualquier tipo de reclamo laboral o de derecho profesional. Esta negación de los derechos laborales y los intentos de domesticación de conciencias son frutos, como ya hemos señalado, de un campo fértil plagado de aves rapaces.
Sin embargo, no todos los trabajadores de prensa son simples víctimas fáciles de estos depredadores de los medios. Hay voces que se levantan y con dignidad impulsan la lucha por sus derechos consagrados en la ley que protege la labor periodística (Estatuto del Periodista Profesional Ley 12.908). Sin lugar a dudas no es una tarea sencilla desandar el camino del individualismo, la perversa seducción del poder y la falta de conciencia gremial, política y social de muchos de nuestros compañeros.
Es por ello que se hace necesario redefinir al trabajador de prensa en su contexto profesional, laboral y desde un análisis de clase inserto en su comunidad.
Si los primeros años del nuevo siglo nos propusieron el desafío de dar respuesta a la creciente precarización laboral y el desempleo, hoy resulta indispensable hacer un esfuerzo por entender (1) cuáles fueron los cambios operados en el tipo de composición social de nuestro gremio, (2) en qué medida la aparición de nuevos medios de comunicación afecta el mapa de afiliados, (3) identificar quiénes son y qué intereses defienden cada uno de esos medios, (4) y analizar cuáles son las demandas inmediatas que deberá atender la APT. Estos cuatro requerimientos preliminares intentan abrir un debate que seguramente estará enriquecido por el aporte de todos nuestros compañeros, y a los que modestamente acerco mis ideas.
Un reciente relevamiento realizado por la APT, da cuenta de que el 60 por ciento de los trabajadores de prensa de la provincia están en negro. Es decir, no existen como trabajadores en relación de dependencia, no poseen un ingreso mensual fijo, ni protección social ni previsional. Sus niveles de ingresos no superan los 500 pesos mensual promedio y por mes y muchos de ellos están atados un sistema de cuentapropismo para sostener a sus familias.
En tanto para aquellos trabajadores en relación de dependencia sus niveles de ingreso apenas llegan a cubrir en promedio, los gastos de la canasta básica alimentaria calculada en $850 aproximadamente. Por otra parte, muchos de ellos sufren la indolencia de sus patrones que incumplen con el pago de sus aportes previsionales y sociales, además de la ley que regula nuestra actividad.
Precarizados y trabajadores “formales”, podemos afirmar entonces, integran la ancha franja de pobres de nuestro país y en algunos casos, sus ingresos los ubican por debajo de la línea de la indigencia.
Desde el punto de vista de su formación cultural y académica el universo de los trabajadores de prensa de nuestra provincia es diverso y desparejo. Mientras en los medios gráficos (sobre todo en personal de redacción), encontramos compañeros con formación universitaria, en las radios de la capital la calificación académica es media, de deficiente formación profesional y de escasa preocupación por la cultura general, circunstancia que en el resto de las radios FM de las ciudades del interior también se evidencia.
Éstas son consideraciones surgidas de la simple observación y del trabajo común y, aunque no reviste carácter de estadística precisa y definitiva, nos permite acercarnos a los intereses intelectuales de los trabajadores de prensa.
Históricamente, los trabajadores de los medios de comunicación, dentro del seno de la sociedad capitalista, fueron considerados una parte de la denominada “intelectualidad progresista”. Fueron y son parte de sus intereses, además de la defensa del derecho a informar y la libre expresión, la preocupación por los derechos humanos, el mejoramiento de las condiciones sociales de nuestra población en general, la difusión de las manifestaciones culturales populares y la puesta en práctica de los valores democráticos ejercida desde la participación efectiva en distintas organizaciones sindicales y sociales.
Sin embargo, también fuimos víctimas del bombardeo del discurso hegemónico, la despolitización de la sociedad y del individualismo acérrimo como forma de dominación ideológica del pensamiento neoliberal.
¿Todos fueron concientes de estos ataques directos a la formación de la conciencia de clase de los trabajadores de prensa?
Indudablemente muchos supieron responder y responden a esas embestidas ideológicas. Aquellos que estimularon la formación político-ideológica en medio de un debate crítico y autocrítico lograron armar su propia autodefensa para contrarrestar los efectos devastadores del discurso hegemónico que se colaba por todos los rincones de la sociedad.
Ahora bien, en la reconstrucción de las organizaciones de los trabajadores todavía sobreviven fuertes marcas de las prácticas neoliberales. La despolitización, la concentración del poder personal en las organizaciones, la conformación de un espacio clientelar como forma privilegida de su acción política, y la falta de un cuerpo de ideas sólido construido desde la participación efectiva, la solidaridad y los anhelos de cambios estructurales en nuestra sociedad dan muestra de cómo el sistema ha cooptado para sí a algunos de nuestros compañeros.
Pero por fuera de nuestras organizaciones sindicales es donde más opera sobre nuestras conciencias el discurso único.
El papel de interpeladores y de nexo entre la sociedad y los grupos de poder públicos y privados que les tocó en suerte jugar a los periodistas, ante el degradamiento de la credibilidad de los antiguos representantes naturales y políticos de la sociedad, los convirtió en presas a conquistar por el sistema representado en las grandes corporaciones y los medios concentrados de comunicación. El nivel de penetración de los medios de comunicación en la vida cotidiana de nuestro pueblo fue creando el mito de que la única verdad es la que se escucha, se ve o se lee en los medios de comunicación y que, aquellos periodistas bendecidos por los grandes medios de comunicación son los portadores de la verdad revelada y los ejemplos a seguir. Y desde su lugar de privilegio impulsan en algunos casos, modelos de conducta, ética y formación periodística como si los trabajadores de prensa estuvieran en un escalón distinto al resto de la sociedad y no sufrieran los mismos padecimientos que ésta.
Así, y rescatando las buenas intenciones que pueden tener sus campañas en defensa de la Libertad de Expresión, no podemos dejar de advertir que algunos de estas “estrellas” de los medios concentrados de comunicación son la punta del iceberg del discurso liberal que intenta por todos los formas disociar el mundo profesional con el mundo del trabajo de los periodistas.
Por su parte, la nueva generación de periodistas, contagiados por las luminarias de la hiperliberalización de la economía en los noventa, consumieron el discurso único con su individualismo acérrimo y hasta cultivaron la concepción del periodismo como una profesión “liberal”. Con esa premisa fueron ingresando al mercado laboral y hoy desarrollan su tarea en radios, canales de televisión, y en los medios gráficos locales.
Despojados del compromiso gremial y de la solidaridad de clase irrumpieron con el deseo y el legítimo derecho de convertirse en las nuevas caras, voces y plumas de los medios tucumanos. Las puertas abiertas no fueron otras que las de la precarización encubierta en pasantías, colaboraciones temporarias o bien, trabajo en negro, con el consabido discurso del “hay que pagar el derecho de piso”.
También el poder político apadrina y cuando no compra opiniones y voluntades de numerosos colegas. Acaso un triste ejemplo de ello sea, “el grupo de los 500”, título con el que se identificaba a los hombres de prensa que colaboraban con la pasada dictadura militar a cambio de 500 dólares mensuales. La verdadera autocrítica del periodismo argentino todavía sigue pendiente y las prácticas de libres asociaciones de periodista con el poder de turno siguen vigente. Basta observar a nuestro alrededor para saber cómo funciona este sistema de seudo lealtades que sin ruborizarse actúa a cara descubierta disfrazados de asesores de políticos que hasta pretenden ser dirigentes gremiales.
Con estos ejemplos, es muy difícil establecer un modelo de conducta gremial y mucho menos sentar las bases de un debate que se proponga marcar líneas sobre una ética profesional.
Estos son algunas de las acciones que minan el camino a la reconstrucción de la conciencia gremial que nos permita asumirnos como trabajadores y que logre contactar con otros sectores de la comunidad que también reclaman urgentes cambios para salir de la postergación social.
Sin embargo, el proceso no es irreversible. Habrá que apelar entonces, al coherente cumplimiento de los compromisos asumidos primero y ante todo, con nuestro deber como organización defensora de los derechos de los trabajadores de prensa de nuestra provincia y en segundo lugar, con las obligaciones que demandan sostener un discurso de transformación social.
El lema comunicación para el cambio social del III Congreso de Trabajadores de Prensa, encierra un desafío profundo. El cambio social solo será posible si somos capaces de poner nuestra organización al servicio cambio de la estructura política y económica que gobierna nuestro país. Y para ello es necesario un cambio de mentalidad; un salto cualitativo en las conciencias de nuestros afiliados pero sobre todo de nuestros dirigentes actuales y futuros para recuperar las utopías y vencer a la ideología de mercado al que parecen responder algunos de los actuales dirigentes de la APT.
Alejandro Díaz
Afiliado 1545
periodista
El periódico de Tucumán
fundador y ex editor del portal de noticias
www.primerafuente.com.ar
Integrante de la Corriente de Trabajadores de Prensa
Sunday, August 13, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment